La sorprendente propuesta de Rajoy para cambiar la ley
electoral con el objeto de proclamar alcalde al candidato más votado no ha
recibido, desde mi punto de vista, la respuesta adecuada. La impresión es que
la ciudadanía, oposición, periodistas, tertulianos, y demás… no han calibrado
el alcance de la propuesta. Sólo se han referido al oportunismo electoral, al
cambio de normas a mitad del partido, a la precipitación,… Todas ciertas pero
pocos han calibrado el alcance de la propuesta.
La
democracia parlamentaria no separa los poderes, sólo los distingue. Así la
elección del ejecutivo (léase primer ministro, presidentes de autonomías,
alcaldes,…) no los elige el pueblo directamente. Elegimos unas listas cocinadas
por las élites de los partidos y entre el legislativo (diputados, consejeros,
concejales,…) se elige al ejecutivo. Debido a los consecuentes pactos, el
ciudadano observa muchas veces que con su voto sale elegido aquel que no
quería. No hablemos de las compra-ventas, tamayazos,… Hemos visto de todo.
A nadie medianamente
informado se le esconde que la verdadera democracia implica la elección popular
del ejecutivo. En una primera vuelta se vota en conciencia y en una segunda,
entre los dos candidatos más votados, el ciudadano vota a la formación más
próxima a su ideología, o simplemente se hace un voto útil. El candidato es
elegido por el pueblo y no por un reducido grupo de personas, con sus
debilidades, intereses, e inconfesables propósitos. Hasta aquí el lector se
preguntará que tiene de malo la propuesta de Rajoy, tiene toda la apariencia de
un avance democrático. Déjenme contar primero una historia.
En las
elecciones alemanas de 1932 el partido de Hitler obtuvo el 33% de los
sufragios, y sumando los socialdemócratas y comunistas el 37%. Sin embargo,
Stalin prohibió a estos últimos pactar con cualquier otra formación política
para elegir primer ministro. La historia hubiese sido otra si el presidente de
Alemania (Hidenburg) hubiese tenido poderes ejecutivos y el parlamento el
simple legislativo. Pero la democracia parlamentaria es así. En Francia, sin
embargo, el pueblo se unió en contra de Le Pen en la segunda vuelta de las
elecciones de 2002. En las elecciones de marzo de 1933, el partido nazi obtuvo
un 44% de los votos, no teniendo tampoco la mayoría necesaria para formar
gobierno. Tuvieron que pactar con los nacionalistas alemanes para obtenerla.
Algo que ocurre comúnmente en nuestra democracia, el pacto entre dos o más
partidos. Al fin y al cabo la democracia es el gobierno de las mayorías.
Sin embargo, Rajoy da ahora un paso
temerario y va más allá al redefinir la democracia, aunque sea descafeinada
como la parlamentaria, para que no sea el gobierno de las mayorías. Éstas se
acabaron, con sólo el 40% de los votos se puede asaltar el poder. El sueño de
Hitler. Estoy completamente seguro de que su propuesta no es constitucional
pero, cosas veredes Sancho… El alcance de la pretendida reforma electoral es ir
un paso más allá en el secuestro de la escasa democracia política en este país.
De prosperar creará un precedente amenazador y podrá promover un peligroso
viaje sin retorno. Una minoría podrá gobernar sin cortapisas de ningún tipo. El
siguiente paso, ¿la presidencia? Y después ¿una ley habilitante? Acaba de
derrumbar el estado de bienestar, ahora van a por las libertades. Por favor,
que alguien pare esto, ya da miedo.
Santiago Hernández León
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